Disturbios en Chiclayo (1919)

Manuel Uchofen Patazca

Prólogo

Las páginas de la historia del Perú, registran tanto los movimientos antifiscales, como los movimientos anti-agrarios y los movimientos antirreligiosos. La historia del departamento de Lambayeque no es una excepción. También en estas tierras yungas se han dado los tres tipos de movimientos antes citados.

Estos movimientos, conocidos también con los nombres de revuelta, tumulto, protesta, rebelión, levantamiento, conjura, convulsión, insurrección, alzamiento, motín, asonada, estallido, etc. generalmente se produjeron en el siglo XVIII y a comienzos del XIX, es decir, en la época colonial.

Por nuestra parte hemos podido registrar hasta dieciséis alzamientos producidos en el antiguo corregimiento de Saña (época colonial), convertido después en Partido de Lambayeque (época de la emancipación) y conocido hoy día como Departamento de Lambayeque (época republicana), comprendidos entre 1737 a 1804. Ellos son:

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Indiscutiblemente que éste es un listado provisional, donde impera las protestas anti-agrarias, la cuales llegan a diez. Ello porque el departamento de Lambayeque es una zona eminentemente agraria, de vida campesina y de costumbres rurales. En el listado también se menciona a tres movimientos anti-tributarios, así como tres movimientos anticlericales. Todas estas revueltas, se caracterizaron porque fueron espontáneas, locales y breves en su duración. Su área de influencia fue estrictamente local, circunscrita a una determinada ciudad, por lo que fue efímera, fugaz, rápida, transitoria, además de su carácter espontaneista, entusiasta, del momento. Es por éstas razones que fueron sofocadas rápidamente, es decir, no tuvieron vigencia ni permanencia prolongada.

En lo que respecta a los movimientos anticlericales coloniales, la historiadora O»Phelan Godoy en su trabajo El norte y las revueltas anticlericales del siglo XVIII, nos dice que las contradicciones, roces, conflictos y luchas que se dieron entre el clero y la masa indígena, obedece a tres niveles o razones:

  • 1. Por los servicios personales no remunerados a la población indígena, que contraía deudas con el clero, cuya contribución consistía en trabajo y en especie.
  • 2. Por cobros indebidos, exigiendo el clero un pago mayor a lo estipulado, tanto en diezmos como en primicias y en derechos parroquiales.
  • 3. Por intentos de expropiación de tierras y riegos a las comunidades indígenas, lo cual permitía la disminución de la capacidad económica de la población indígena y su posibilidad de hacer frente a los cobros fiscales y eclesiásticos, a los cuales la comunidad de hallaba sujeta.

La misma investigadora, nos agrega que este conjunto de abusos (servicios personales no remunerados, cobros indebidos y expropiación de tierras y aguas) no se daban aislados. Muy por el contrario, guardaban una íntima relación entre sí, ya que su finalidad era buscar una mayor rentabilidad, una mayor extensión territorial de todas las propiedades agrarias en manos de clérigos y elevar el nivel de productividad de las haciendas manejadas por los religiosos. De esta manera, los sacerdotes-hacendados, y a la vez ,incrementaron sus derechos parroquiales que cobraban a los feligreses, en calidad de sacerdotes.

Efectivamente, otra historiadora, Susan Ramírez Horton, al realizar un estudio sobre el valle de Lambayeque, ha demostrado que el clero, es decir, los sacerdotes, eran los propietarios de los ingenios azucareros, como: Calupe, La Punta, Pomalca, Luya y Sipán. Además, ha demostrado que de 18 hacendados existentes en el valle de Lambayeque, entre 1720 a 1800, 50% eran mercaderes, 30% clérigos y 20% burócratas.

Ahora bien, durante la época republicana siguieron produciéndose esta clase de disturbios en varias ciudades del departamento lambayecano. Así, por ejemplo; en 1910 en la ciudad de Ferreñafe, se produjo un movimiento campesino comandado por el cura ferreñafano Manuel Casimiro Chumán Velásquez. Y en lo que respecta a los disturbios anticlericales, tenemos los siguientes: en Chiclayo (1919); en Motupe (1972), en ciudad Eten (1981) y en Monsefú (1960 y 1989). En todos y cada uno de ellos se dieron una serie de conflictos, roces, desavenencias y peleas entre las hermandades, comités, comisiones o sociedades de la fiesta patronal y el párroco del lugar. Indiscutiblemente que el conflicto que tuvo una mayor resonancia fue el que estalló en Motupe a raíz de la constitución de la «Comisión Multisectorial de la Cruz de Chalpón», la que se encargó de la administración y distribución del dinero (producto de las limosnas aportadas por los feligreses), desplazando al párroco y por tanto al Obispado de la Diócesis de Chiclayo. «Desde entonces se empezaron en colaboración con el Concejo Municipal, aportaciones económicas para el progreso de la ciudad y a realizar una cierta labor social. Con ésta fundación privaron al párroco del derecho de mando, pues él ya no era presidente y menos tenía posibilidad de nombrar a los miembros de la organización», nos ha escrito Bern Schmelz.

Por su parte Luis Castro Capuñay, nos informa que «el incidente producido entre el clero –siendo el directo responsable el ex párroco Víctor M. Pereda– y el pueblo de Monsefú, repercutió en todo el territorio nacional y aún traspasó los límites de nuestra patria…» El pueblo se sacudió de ese mal sacerdote, cobrando exorbitantes cantidades de dinero por su servicio (misas); además por su forma grosera con que atacaba a los feligreses desde el púlpito; por apoderarse de los bienes de la iglesia, las limosnas y muchas otras cosas, el pueblo entró en ira y se levantó en protesta. Esta actitud de la ciudadanía de Monsefú fue justa».

Y en lo que respecta a los disturbios anticlericales suscitados en Chiclayo en 1919, diremos que tiene una connotación especial; hubo enfrentamientos con la policía, llamados gendarme anteriormente, dando como resultado dos muertos y cinco heridos. Esta acción sangrienta constituyó una consecuencia lógica del enfrentamiento entre los curas franceses Cipriano Casimir, León Bon y Dionisio Jonneretop con la feligresía chiclayana por haber aumentado las tarifas por los servicios religiosos (misas, bautizos, entierros y otros), aparte de otras acusaciones como la desaparición de la pila de cobre del bautisterio, el cobre de las puertas del templo, el Pelicano que guardaba la custodia, cosas y objetos que pertenecían a la iglesia Matriz, destruida posteriormente en 1961, durante el gobierno municipal del señor Carlos Castañeda Iparraguirre.

Una segunda connotación se centra en que el caso de los sacerdotes franceses llegó hasta los Tribunales de Justicia, debido a las lesiones, golpes y heridas que sufrieron por parte del gentío en la Estación del Ferrocarril. Ello nos está indicando la gravedad de los disturbios causados precisamente un día de Viernes Santo como lo fue el 18 de Abril de 1919, coincidente con la fecha cívica del aniversario de Chiclayo al ser elevado a la categoría de Provincia un 18 de Abril de 1835 por el General Felipe Santiago Salaverry.

Una tercera característica que extraeremos del trabajo, radica que fue publicado por un periódico anarquista como La Abeja, cuyo director fue don Manuel Uchofen Patazca y que apareció en la escena política chiclayana desde 1909, teniendo su vigencia hasta 1920. Uchofen fue ebanista y como militante del anarquismo fue anticlerical. Es por ello que en su periódico La Abeja va a emprender una campaña contra los sacerdotes franceses. En pocas palabras, pone de manifiesto su carácter antirreligioso.

Finalmente, en los cuatro Anexos que nos ofrece el autor, donde se registran cuatro poesías de carácter popular, aparecidas las tres primeras en el periódico La Abeja y la última en el periódico El Diablo Predicador, nos está reiterando el espíritu creador, festivo, alegre, satírico, sarcástico, humorista del poblador norteño y del habitante chiclayano.

Es una lástima, conforme lo expresa el autor, que no se disponga de una mayor información para conocer más detalles del conflicto anticlerical de Chiclayo en 1919. Ello no niega las importantes informaciones que nos trae el trabajo de Miguel Ángel Díaz Torres, que unidos a los movimientos anticlericales que hemos registrado y que se dan a conocer en estas páginas prologales, permitirían tener una visión más global de los pueblos del departamento de Lambayeque en ésta clase de conflictos.

Por último, hay que felicitar a Miguel Ángel Díaz Torres, por su empeño en seguir hurgando archivos, papelerías y periódicos antiguos para darnos a conocer una parte de la historia del Chiclayo de ayer, con el propósito de ir rescatando la memoria histórica del pueblo chiclayano en su conjunto. No olvidemos que pese a que no es un historiador académico o profesional, en 1993 nos escribió un trabajo titulado «Del Chiclayo que se fue» y en el presente año nos da a conocer la actual publicación «Disturbios en Chiclayo (1919)», así como para próximamente el documento «Pepe x Lata» (Selección de correspondencia de José Arana Cuadra con José Vicente Rázuri).

Chiclayo, Setiembre de 1994

Pedro Delgado Rosado

Disturbios en Chiclayo (1919)

En las innumerables visitas que efectué al gran periodista chiclayano José Arana Cuadra, al que me unió una gran amistad, tuve la oportunidad de grabar tres cintas magnetofónicas con recuerdos de su infancia y juventud del Chiclayo que él conoció, las que en homenaje póstumo a su persona publiqué en un folleto de marzo de 1993 con el título «Del Chiclayo que se fue», siendo dentro de estos relatos que Don Pepe Arana Cuadra da a conocer aspectos referentes a los hechos motivo del presente trabajo:

«No me acuerdo con precisión, pero creo que fue el año 19 que vinieron a Chiclayo tres curas franceses, uno de ellos se apellidaba Casmir, estos curas comienzan a hacer innovaciones; a modernizar la Iglesia para así cambiar la faz de la religión que el pueblo la había convertido en idolatría. Eso trajo como consecuencia una reacción popular, no querían que se tocara la Iglesia, los que dirigían la campaña eran dos periódicos: «La Abeja» de Don Manuel Uchofen P. y el «Zepellin», que era Semanario del hijo de Uchofen: Manuel Uchofen Espinoza…Se produjo una reacción general popular y querían matar a los curas… cuando en eso ¡Bran! una descarga de fusilería… Hubo varios muertos, peor la gente se enardeció más, ese día abandonaron la manifestación y se citan para el sepelio. Era una multitud con los ataúdes y vinieron a la Prefectura a protestar…para esto, los curas aprovecharon para escapar y fueron a embarcarse en el tren para Eten, cuando alguien da el aviso que los curas se escapan, ahí se me pierde en el recuerdo…»

La impresión que me causó tal relato, fue motivo para preguntarme ¿cuáles fueron los detalles de este acontecimiento? ¿Qué grado de exactitud había en el relato?…por lo que me interesé en investigar al respecto, obteniendo el siguiente resultado, que no es definitivo, pero como un avance doy a conocer.

Son pocas las fuentes escritas que documentan estos hechos que conmocionaron a la ciudad apacible de Chiclayo en la segunda década del presente siglo. Al respecto hemos podido ubicar algunas ediciones del periódico La Abeja, El tiempo, El Diablo Predicador. (La chispa y la picardía chiclayana se encargan mediante versos de corte festivo y satírico publicadas en La Abeja y El Diablo Predicador de dar a conocer estos hechos. Por su importancia en mostrarnos el ingenio criollo del chiclayano, los transcribo íntegramente en los ANEXOS 1-2-3-4). Así mismo he podido consultar la Revista Centenaria de 1935 y el expediente sobre uno de los juicios que se abrieron al respecto, habiendo cumplido un papel importante el Archivo Departamental de Lambayeque, ya que en él se conserva parte de estas fuentes escritas.

Existe una suerte de «versión oficial» y de «versión pueblerina» de los hechos a los en ningún caso nos inclinamos, sólo examinaremos la interacción de los hechos y trataré de explicarlos.

Primera noticias

El primer indicio sobre la llegada de los sacerdotes franceses Jesuitas de San Ignacio de Loyola, lo da La Abeja, el 8 de Junio de 1913 con la nota titulada «¡Alerta!, Sacerdotes extranjeros como párrocos de Chiclayo» en la que sale en defensa de los sacerdotes salientes; Villavicencio y Torres, aunque la tendencia del periódico era anticlerical «Peruanos, para darle a los expulsados de Francia»(sic.) Culpando al Obispo de Trujillo y reclamando de la primera autoridad, acción. «Como lo hizo el Dr. Leguía y Martínez cuando fue Prefecto de Piura, que no dejó ejercer el ministerio a los Redentoristas»( sic.)

Una vez instalados los sacerdotes en Chiclayo, los ataques de La Abeja continuaron con la nota «Una amenaza terrible» (15-06-13) en la que hacen saber que con los nuevos sacerdotes se ha incrementado las tarifas por bautizo, entierro y otros, transcribiendo un recibo firmado por Cipriano Casmir; en otras palabras, su campaña anticlerical la sustenta con algunos cambios que se dan con los nuevos sacerdotes a los que se añade su condición de extranjeros, notándose lo que a mi parecer sería una especie de anticlericalismo disfrazado de xenofobia ya que a pesar de ser libre pensador, se muestra defensora de los clérigos cuando escribe.

«… dado que para ello se han propuesto cobrar más caro todo, que nuestros sacerdotes peruanos».

De 1913 a 1918 existe un vacío de cinco años ya que no he ubicado ediciones de periódicos de la época aunque es lógico pensar que durante ese lapso de tiempo La Abeja continuó sus ataques contra los sacerdotes franceses Cipriano Casimir, León Bon y Dionisio Jonneretop. Cuando nos reencontramos con ediciones posteriores de La Abeja, las acusaciones son mucho más serias, sobre su conducta, la desaparición de los objetos de la iglesia, como la Pila de cobre del Bautisterio, el cobre de las puertas del templo, el Pelícano que encerraba la Custodia, además publica.

«Hoy llega a nuestro conocimiento que la elegante Urna que regaló Don Manuel Arizola, se trata de vender a Ferreñafe, ¿Qué derecho tienen éstos frailes para venir a hacer fortuna con enseres de nuestro templo?… hay que seguir el ejemplo de los vecinos de Picsi que cuando se fueron a traer las campanas, los sacaron a paso de polca». (27-03-1918).

Semana después La Abeja en su publicación del 24 de abril da mayores datos y señala que los objetos de cobre han sido fundidos en la Fundición de Don Plácido Arreguí y hace un llamado a las autoridades para realizar las investigaciones ante las repetidas denuncias de la prensa. Cabe señalar que no he ubicado otro periódico o fuente que pueda confirmar éstas denuncias.

Los hechos

El viernes 18 de abril de 1919, Viernes Santo, amanecieron cerradas las puertas de la Iglesia Matriz por orden de los sacerdotes con lo que se impidió el ingreso de los fieles en las Festividades del Santo Sepulcro (El Tiempo 19-04-19).

La muchedumbre exaltada por el hecho, se dirige a protestar ante las autoridades, encontrándose frente a las fuerza policiales al mando del Mayor de Guardia; Oscar Cacho (hijo del Prefecto Guillermo Mauro Cacho) y el Oficial de Policía Saavedra, así como con el piquete de gendarmes comandado por el Teniente Octavio R. Cabrera y el Oficial Manuel Galván (El Tiempo 19-04-19) detallando lo que sucedió a continuación:

«Apostados en la puerta del Patronato, reciben a balazos al indefenso pueblo. A consecuencia de los disparos fallecieron Joaquín Carrillo (19), Eleuterio Seclén (26), resultando heridos: Vicente Chimpén, Fidel Gayoso y Juan Gonzales. Un vecino de Chiclayo Chiquito afirma haber visto al Subprefecto con fusil en mano, quien al ser preguntado sobre esa actitud, dijo que el fusil era de un soldado que se lo había alcanzado. Según afirmó el Prefecto que en medio de la multitud se escuchó el grito de VIVA LEGUÍA y que esa marcha parecía tener un carácter político…

Se manifestó que el Mayor de Guardia Oscar Cacho, descargó un sablazo sobre un joven apellidado Morales, quien evitó el golpe, rompiéndose el sable a chocar con una ventana; como prueba mostró la punta del sable roto… El Prefecto ha querido encubrir los muertos y dice que las fuerzas policiales hicieron uso de sus armas en vista que el pueblo había desarmado a un guardia y herido a tres».

Años después la Revista Centenaria (1935) en la pequeña nota que le dedica a este suceso dice lo siguiente: «La actitud policial fue censurada. Parece que el abaleamiento del pueblo se produjo por la nerviosidad del Mayor de Guardia, don Oscar Cacho, hijo del Prefecto ,y del Sub prefecto, don Alfredo León Prado y Rivero…»

Esto motiva que al día siguiente, el Prefecto Cacho, dirija comunicación al médico titular del Cercado, poniendo a su disposición a los Gendarmes Guillermo Salazar y Manuel Velásquez Roque, heridos y contusos en el tumulto y desordenes populares de la noche anterior con el fin de reconocerlos y prescribir la curación correspondiente entregando el Certificado de Ley (Libro copiador de la Prefectura Nº 172 fojas 12).

El Tiempo en su siguiente edición (20/04/19) nos relata lo que siguió al día de los disturbios:

Una comisión de la cual era miembro el señor Lorenzo Orrego, se dirigió a los centros de trabajo, para pedir el cese de las labores con el fin de que los trabajadores asistan al sepelio de las víctimas que habían sido asesinadas por los plomos de los gendarmes.

El Parque se encontraba rodeado por las tropas del Batallón número 1 que había sido reforzado con 100 hombres más, impidiendo la entrada a éste; dejando únicamente la entrada por la Av. Balta, por la cual el pueblo logró hacer su ingreso y reunirse con cerca de 2,500 obreros que allí se encontraban. Se escucharon las palabras del Dr. Orrego, que manifestaba que el objeto de este acto no solo era acompañar a los caídos villanamente asesinados, sino protestar ante las autoridades de los crímenes cometidos.

Al pasar el cortejo fúnebre por la Prefectura, la autoridad de ésta, dirigió un discurso, en el que trata de ser amigable con el pueblo y presentándose como inocente ante los hechos ocurridos. El señor Fernández Oliva dirigió la palabra al Prefecto y en nombre del pueblo de Chiclayo, pide justicia para los caídos y sanción para los responsables que serían las mismas autoridades.

El mismo día del entierro de las víctimas, los sacerdotes franceses Cipriano Casimir, León Bón y Diosnisio Jonneretop, fueron expulsados de la ciudad a las dos de la tarde, siendo golpeados y heridos por una turba de gente en la Estación del Ferrocarril.

Por todo lo acontecido, el señor Juez del Crimen, solicita al Prefecto la comparecencia de los oficiales de gendarmes y la policía que mandaban la noche de los sucesos a fin de que declaren en el JUICIO que se ha iniciado por motín, homicidio y lesiones producidas en la noche citada al Teniente Cabrera, Oficial Galvan, Capitán Luis M. del Risso y los gendarmes Guillermo Salazar F. y Manuel Velásquez Roque que se asegura están lesionados (Libro copiado de la Prefectura Nº 172 fojas 15).

Sobre este juicio no he podido ubicar el Expediente respectivo aunque si se ha ubicado el expediente en el que el 28 de abril de 1919 se abrió proceso de oficio: CONTRA DESCONOCIDOS POR LESIONES Y MALTRATOS EN LA PERSONA DE LOS SACERDOTES: DON CIPRIANO CASIMIR, LEON BON Y DIONISIO JONNERETOP. Actuando como Juez del Crimen, el Dr. Augusto R. Llontop, como Actuario F. Octavio Seclen (Escribano del Crimen) Nº 668 de fojas 20.

Se pidió el informe del Oficial que se encontraba en la Estación del Ferrocarril, en el momento de los hechos, el cual es escueto y no brinda dato alguno a la investigación. Al no encontrarse los sacerdotes en Chiclayo y sabiendo que habían desembarcado en Salaverry, solicitan al Juez del Crimen de Trujillo, el exhorto de la certificación de las lesiones que se dice han sufrido los sacerdotes, ya que suponían se encontraban en esa, pero como se supo que ya habían viajado a Lima, se pidió el exhorto de lo mismo al Juez de Primera Instancia del Callao, el cual después de varias reiteraciones del pedido, contesta que nunca recibió dicho exhorto (no existe en el Expediente documento alguno que demuestre el envío del mismo por dicho Juez).

El 05 de Julio de 1920, después de más de un año de apertura del Proceso, el señor Bernardo Checa, informa lo siguiente:

Señor Juez:

… Estando vencidos más de los 75 días que señala el Art. 44 de Código de Procedimientos en materia criminal… no ha sido posible comprobar la existencia de los delitos perpetrados en la persona de Cipriano Casimir, León Bon y Dionisio Jonneretop, por haberse ausentado éstos agraviados inmediatamente de realizados los delitos y haber sido imposible que los reconozcan los peritos en el lugar donde estaban residiendo.

También ha sido imposible descubrir a los autores de los delitos mencionados… no habiendo cuerpo del delito que acredite la existencia de las lesiones inferidas a los sacerdotes … ni dato que conduzca a la investigación de los autores desconocidos de esos delitos, este Ministerio opina: Por que se declare por el Juzgado que no procede el enjuiciamiento contra los autores desconocidos de los delitos de lesiones y maltratos que se ocupa la denuncia de Fojas uno y por tanto retiro la acusación interpuesta contra dichos enjuiciados desconocidos…

El 21 de enero de 1921, se mandó archivar definitivamente el Expediente con aviso del Juez Instructor (El Expediente va acompañado de dos fotografías, una de las cuales poseo un poco más deteriorada que la existente en el Expediente, la cual, ilustra la portada de este folleto, fotografías mediante las cuales se pensaba identificar a los autores desconocidos que lesionaron y maltrataron a los sacerdotes).

A pesar de que los sacerdotes ya no estaban en el país, el ingenio criollo del Chiclayano vuelve a publicar unos versos al respecto en El Diablo Predicador, Semanario político satírico, humorístico (ver Anexo Nº 4)

A modo de comentario

Este acontecimiento, cuya reconstrucción se ha hecho en base al escaso material encontrado, lleva a preguntarse ¿cuánto de verdad existe en las denuncias de La Abeja? o si solo fue parte de la anticlerical campaña de dicho periódico, dada su tendencia ya mencionada, así en algún momento sale en defensa de los sacerdote peruanos, quienes se suponen también eran sus contrarios, tal vez tácticamente porque era necesario defenderlos para lograr un mayor respaldo popular.

A inicios de siglo, existía una corriente doctrinaria a favor del libre pensamiento, que reclamaba para la razón individual, independencia absoluta en todo dogma religioso; uno de sus máximos exponentes en el Perú era el Dr. Christian Dam (1852-1920) dirigente de la Masonería, cuya obra más representativa Los Jesuitas en el Perú (Libro contra esa orden religiosa) aquí en Chiclayo tenía como uno de los más fervientes seguidores a Don Manuel Uchofen P., carpintero de profesión, quien fundó el periódico La Abeja denominado en sus inicios como «Semanario social, político y satírico-Órgano de los Obreros» (1910) denominación a la que se le suprimió el adjetivo «Satírico»(El historiador Jorge Zevallos Quiñones en La Imprenta de Lambayeque (1947) lo designa como «Periódico de Combate». Notándose desde sus inicios su tendencia libre pensadora como se aprecia tanto en los artículos como en la propaganda publica.

Fray Simplón –Es el mejor periódico que se edita en Sud América, contra el civilismo y el clero, con sus caricaturas festivas, con sus acertados artículos, con su sátira y con su crítica.

Agente en Chiclayo, Sr. Manuel Uchofen…

Teniendo además una sección expresamente libre pensadora, con artículos enviados por Tomás R. Pardal desde Lima, como los titulados «¡Fuera Frailes!» y «¡Fanatismo!», a los cuales les da las primeras páginas (La Abeja Nº 7 y 8 de 1910).

Ya para 1912 (edición de 2 de septiembre), Don Manuel Uchofen al escribir sobre el Dr. Dam, le manifiesta su plena adhesión:

… he ahí que nosotros nos hemos convertido en sus discípulos para combatir ese fanatismo mentiroso que sostienen los clérigos y frailes…

Pese a todo, la sola campaña de La Abeja, no podría explicar a cabalidad la explosión popular contra los sacerdotes franceses. Las fiestas religiosas lejos de ser una exigencia impuesta por la iglesia, llegaron a tener profundas raíces en el pueblo, el fervor religioso de la mayoría de los fieles los cuales eran obreros y campesinos, se ve afectada por la actitud tomada por el párroco Casimir de no seguir cumpliendo con prácticas secularmente aceptadas, mezcla de religiosidad popular y religión oficial. Sin embargo no fueron los únicos ni los primeros en tratar de introducir cambios notables en la práctica religiosa.

Ya a comienzos del siglo, la prohibición de ciertas costumbres religiosas se da, como las relata Bruning en una de sus libretas de apuntes.

Las autoridades han prohibido este año la ida al cementerio porque esta vieja costumbre tiende a refrenar el progreso del país (02-11-1905).

El tercer día toda la familia va al cementerio con comidas y esteras para quedarse… (R. Schaedel).

Es de entenderse que el pueblo venía sintiendo que tanto sus creencias y prácticas ancestrales estaban siendo amenazadas, incrementándose esto por «La política de los padres Cipriano Casimir y León Bon» sic (Revista Centenaria 1935) y por la continua información negativa que sobre ellos daba La Abeja, un periódico de amplia aceptación en los sectores populares de –Chiclayo y en especial de Monsefú y Eten de dónde venían en trenes especiales para las celebraciones religiosas. Para esos sectores la situación llegó al extremo aquel 18 de abril con el cierra puertas de la iglesia matriz.

Lo que si se podría aseverar es la intención de los sacerdotes franceses de querer cambiar las costumbres religiosas, lo que coincide con la versión de José Arana Cuadra y pareciera que desde un año antes los sacerdotes hubieran tenido esa intención, pues en un fragmento de una poesía publicada en La Abeja, el año de 1918, se lee: «Dígole al pueblo aunque gruñas/de la Virgen por el manto/no hay fiesta de Viernes Santo/si yo no meto las uñas».

Con respecto a los hechos ocurridos, existen vacíos como cuando el señor Juez del crimen, solicita al Prefecto la comparecencia de los oficiales comprometidos en el hecho de sangre, faltando en la relación el nombre del hijo del Prefecto, en contradicción con la versión que da El Tiempo y a la nota que se publicó en la Revista Centenaria (1935) según la cual el Mayor de Guardia Oscar Cacho tuvo amplia participación.

Por la forma en que suceden los hechos, da la impresión de que los problemas entre los sacerdotes y el pueblo estaba dándose en forma más seria en esos días y aquel Viernes Santo ya desde la mañana se sabía a actitud de los sacerdotes y el pueblo estaba reuniéndose para protestar y por parte de las autoridades parecería que estaban a la espera de algún acontecimiento ya que de otra forma no se explicaría porque El Tiempo informa que «los gendarmes apostados a las puerta del patronato situación que se corrobora con el elevado número de fuerzas del orden».

Incluso de acuerdo a la noticia que da El Tiempo, el día posterior a los hechos, el parque se encontraba rodeado por las Tropas del Batallón Nº 1, reforzado con 100 hombres más y el pueblo llegó a hacer su ingreso y reunirse con cerca de 2 500 obreros que allí se encontraban; una movilización de esa magnitud en un Chiclayo con no más de 15,000 habitantes, representa la protesta de todo un pueblo, notándose que al llegar refuerzos para la tropa, las autoridades habían percibido el problema que se les venía, ya que para esos años no era raro el disparo de armas a manifestantes por parte de las fuerzas el orden en vista de que la relación Autoridad-Gobernados era la de sumisión total y de dictadura en el poder.

¿Habría algún interés político?, parecería que se aprovechó de la coyuntura religiosa ya que era año de elecciones, lo que explicaría la presencia de líderes políticos de la época como Don Lorenzo Orrego Vargas, en aquellos tiempos seguidor del entonces candidato Augusto B. Leguía.

Sobre el juicio que se abre contra los gendarmes y policías por «motín, homicidio y lesiones», no se he podido localizar a la fecha el expediente, quedando la interrogante de su existencia actual y la posibilidad de que en esos años manos extrañas lo sustrajeron para no dejar prueba alguna.

Queda aún mucho por conocer, si se tuviera la información de otros periódicos de la época, tanto locales como de Lima, el expediente del Juicio de los policías y gendarmes, los libros Parroquiales de la Iglesia Matriz y del Obispado de Trujillo; con lo que se podría llegar a un mayor conocimiento de los sucedido. Queda como un reto para los estudiosos del departamento, dar a la luz mayores detalles al respecto.

Miguel Ángel Díaz Torres

(MIANDITO)

Anexos

ANEXO Nº 01

FRAY CASIMIR

Música de Chocolatito

Me llamo Casimirito

soy un cura pobrecito

del Obispo soy bendito

por mi mucha devoción

y aunque todos los fiesteros

me hagan gestos y pucheros

y me miren altaneros

conmigo no han de poder.

Yo aprovecho la ignorancia

de beatas en general

para vivir regalado

en la casa parroquial

y así la vida

la voy pasando

a los incautos

especulando

y entre rezos y cantos

Ay! que pesar

si es que el platito

se ha de llenar.

La Abeja: Año VIII # 860, Chiclayo, marzo 12 de 1918.

ANEXO Nº 02

CANTARES DE CASINETE

No serían mis ansias vanas

en lo que tanto yo adoro

pero a veces rabio y lloro

por mamarme las campanas.

Tengo bastante arrogancia

y a cualquiera me lo crispo

bendito soy del Obispo

aunque expulsado de Francia.

Mucha, muy grande es mi audacia

aunque soy un mamarracho

que me importa el populacho

si me ama la aristocracia.

Quisiera mirarte un rato

mi gentil feligresita

y besarte en la boquita

dueño de mi Patronato.

Ven que no puede vivir

mi amoroso corazón

ven, que muere de pasión

tu curita Casinete.

Soy niña, cura francés

mi vida es pura y sumisa

pero si, hasta en la misa

meto cinco y saco diez.

Dígole al pueblo; «aunque gruñas»

de la Virgen por el manto

no hay fiesta de Viernes Santo

si yo no meto las uñas.

Y pongo fin a mi canto

y silencio mi vihuela

vente conmigo chicuela

a mi regazo que es santo.

La Abeja: Año VIII # 861, Chiclayo, marzo 16 de 1918.

ANEXO Nº 03

SABATINAS

Soy un curita buenmozo

y de mucho rechupete

yo me llamo Casinete

y me creo el más dichoso.

Las beatas todas son mías

con ellas alejo el mal

y en la casa parroquial

pásome alegre los días.

Con casadas y solteras

felices paso las horas

porque son mis protectoras

como que tengo polleras.

Cuando en la iglesia matríz

hago alguna compostura

eso es cosa muy segura

que cometo algún desliz.

Tengo una facha arrogante

yo gasto gran diplomacia

pues veo en la aristocracia

la gente más ignorante.

Pues nadie ve en mi semblante

la vileza y la trafacia

lo que hago yo es una gracia

ni se creen que soy farsante.

Y hasta el Obispo altanero

me bendice y me sostiene

y a lo malo que hago se atiene

por el ansia del dinero.

Yo me despido contrito

con el alma bien sumisa l

los espero allá en la misa

para llenar el platito.

La Abeja: Año VIII # 863, Chiclayo, marzo 23 de 1918.

ANEXO Nº 04

PLEGAIA DE UNA BEATA

Canción triste de moda

¡Qué triste vida vamos pasando

las ovejitas de este redil

desde aquel día de Viernes Santo

en que perdimos a Casimir!

Era un curita de los que hay pocos

con más virtudes que Jesucristo (?)

¡Que lo regrese pedimos locos

hoy de rodillas a taita Obispo!

El pobrecito que es muy buen mozo

él, nos amaba con amor santo

y nos quería con sumo gozo

que era el encanto de mis encantos

Él nos sabía comprender

Y era el consuelo de mi sufrir

¡Cuando curita te podré ver!

¡Curita mío mi Casimir!

Triste es la vida sin los curitas

que les contaba la vida ajena

con mi carita del alma contrita

me encuentro triste, como alma en pena.

¡Padre Dionisio, Padre León Bon!

pasamos triste el mes de Mayo

consuele pronto mi corazón

regrese pronto, pronto a Chiclayo

Soy pajarillo que vivo triste

de rama en rama, vivo llorando

«Oh que tormento! Cura, te fuiste

¡En cruel angustia yo me he quedado

ya no resisto tanto sufrir

que se ha secado mi corazón …

¡Mi Padre amado, mi Casimir!

¡Padre Dionisio, Padre León Bon!

Padres franceses, Padres jesuitas,

no nos olviden ¡Ay no por Dios!

¡No olviden nunca a sus ovejitas!

¡Vengan prontito, vengan veloz!

Señor Obispo su señoría

a vos pedimos de corazón

que venga pronto mi Casimir

a consolarme de esta aflicción.

Vengan prontito de cualquier modo

vengan prontito con sumo gozo

y los herejes muérdanse el codo

con mi Cipriano, que es tan mozo

que no resistió tanto sufrir

que se ha secado mi corazón …

¡Mi padre amado mi Casimir!

¡Padre Dionisio, padre León Bon!

El Diablo Predicador, Año I # 4, Chiclayo, mayo 31 de 1919.

Miguel Ángel Díaz Torres

Extraído de: http://www.monografias.com/trabajos89/disturbios-chiclayo-1919/disturbios-chiclayo-1919.shtml#ixzz4nCPmQYae

Editado y corregido por Renzo Forero para Perú Libertario.

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